Siento un temblor en mis dedos impulsándome a escribir ahora
que me siento enojada, triste y muy cansada que desearía hacer una pausa en la
vida para que cuando retome el rumbo lo haga con la carga ligera, caminando sobre
campos de flores por donde pasan los más afortunados.
Porque además de esta batalla en la que ahora me encuentro, se
acerca el día cuatro de agosto, el día más jodido y triste de mi vida en el que
me quede sin armas y sin alma al perder la lucha con la muerte que se llevó a
mi hija, dejándome tan rota que aún no logro completar los pedazos de la que
antes fui.
Ya no quiero fingir la sonrisa que no siento para que los demás
se sientan bien, esa sonrisa la quiero para cuando yo la necesite para iluminar
los días más oscuros, esos en los que nadie se da cuenta de mis brazos cansados
por remar contra corriente con la barca haciendo agua.
No me pidan que vuelva a ser yo, porque la muerte me cambio para
siempre respeten mi silencio, mí coraje y mi eterna tristeza porque estoy
amputada y un cojo nunca podrá volver a correr igual, aunque le pongan prótesis.
No deseo enfrentar más guerras, pero la puta vida insiste en
enlistarme en otra y otra más poniendo armas en mis manos agotadas y como buen
soldado regreso al combate firme sin sonrisa.
La sonrisa es para cuando diga el cotidiano mantra, no estoy
sola, todo estará bien, esto pasara pronto, Dios está conmigo, aunque lo tenga
exhausto.
J. Eugenia Díaz M.
Julio/2021