Tengo los ojos nublados
y como cantaros llenos,
en este dos de noviembre
cuando en silencio comemos
extrañando tu presencia,
sé bien que no te veremos
pero anhelamos sentirte
feliz, sana, recibiendo
golosinas y comidas
que en el altar te ponemos.
La soledad me ha agrietado
en estos años tan negros
cargando tanta tristeza,
que voy soltando escribiendo
con un caudal de morriña
versos, rimas y recuerdos
que no puedo pronunciar
por el dolor en mi pecho,
al apagarse tu luz
de mi van quedando restos.
Restos que voy levantando
con el suelo en movimiento
y mi lampara apagada,
para que veas que ha vuelto
tu madre que no se rinde
mi ofrenda es todo mi esfuerzo,
necesito de tu hombro
aunque sea mientras duermo
en esta senda invernal
donde te busco a lo lejos.
J. Eugenia Díaz M.