Te presiento en mi entorno llenándome de luz
despejando las sombras que insisten en quedarse,
cuanta fuerza trasmites, cuanto valor me dejas
para que yo asimile lo helado de tu ausencia.
Aquí sigo de pie con el puñal clavado,
sintiendo ese dolor cada cuatro de agosto
que me dejo la muerte. Con nubes que aun te lloran
tu mirada sin brillo, tus labios sin tu voz.
Yo me volví silencio enterré mi barbilla
en mi pecho partido aullando en mis adentros,
desgaste el padre nuestro me quede sin rodillas
y deje de creer al verte sepultada.
Como yo fui la cuna de tu primer latido
mientras yo tenga vida te sentare en mi mesa,
platicare contigo, te invitare unos tacos,
tratare de sentir tu risa contagiosa
y el aire perfumado que a tu paso dejabas.
Nada me reconforta, ni siquiera rezar
porque ya solo tengo tu recuerdo en mi mente
y en todas esas fotos fragmentos de tu vida,
un silencio que ciega y el reloj que no para.
Agosto me flagela con la triste condena.
J.Eugenia Diaz M.