a tanta rosa negra que hay en tu pensamiento.
Seré el jazmín,
el faro iluminando las horas de zozobra.
Sigo siendo ese árbol
donde siempre descansas cuando aflojas el paso,
soy el aire que corre por tu cuerpo impedido,
la línea carmesí en el amanecer,
intento de cometa enganchada a tus labios
tratando de cambiar tu sonrisa tristona
y esos ojos de invierno que con nada se entibian.
Viajan por tu mirada infinitas vivencias
la apagan, la marchitan, apresuras los planes
para una despedida anticipada.
Con miedo, ansiedad y llanto contenido
acaricias mi piel llenándole los huecos,
y yo, haciendo renglones en el libro del tiempo
te pido -no te rindas-.
Quisiera regresar
todas tus ilusiones fugadas en el viento
y encontrarte en la huella que dejaste.
J. Eugenia Díaz M.