Son las cinco de la mañana, la voz fuerte de su tía Mara
y el brusco retiro de la sábana que la cubre la despierta asustada, rápidamente
se levanta buscando sus sandalias. Afuera se escucha el canto de los gallos
combinado todavía con el de las chicharras y grillos, para ella es esa hora, en
la que no sabe si ya amaneció o aún es de noche.
Camina hacia el patio para lavarse la cara y ayudarse a
despertar, allí se encuentra con su hermano y su prima haciendo lo mismo;
mientras están en eso llega su tía para indicarles las labores que tendrán que
hacer ese día.
Marina observa de reojo el semblante de la tía intentando
saber de qué humor amaneció. Temerosa, se da cuenta que ese día va a ser muy
largo y angustioso para ella, ya que no se le ha indicado qué trabajo debe
hacer.
Cuando eso sucede, no tiene derecho a acercarse a la
cocina para alimentarse hasta la hora que la tía Mara lo indique, esa es una de
las maneras que ella tiene para castigar.
Marina no sabe si
es mejor que le surta a golpes, o que la deje sin comer varias horas en el día.
De todas maneras, ella toma la escoba y sale a la calle a
barrer la banqueta, con miedo porque todavía esta oscuro y ella es una niña de
apenas ocho años. La tía, se da cuenta y le arrebata la escoba metiéndola a
empujones al patio. Marina, llorando en silencio toma la manguera para regar el
jardín, pero de una bofetada su tía la tumba al piso gritándole que le haga
caso y deje de hacer cosas.
Ella suplica le
diga qué fue lo que hizo para estar sufriendo este castigo.
¡Pobre Marina!
Sabe bien que no debe preguntar, ni cuestionar a la tía
porque le va peor. Cuando quiso reaccionar ya le estaba tupiendo a golpes su
tía con un cable trenzado, de esos cables que usan para la luz, cada golpe en
su piel sentía que le quemaba haciéndola gritar de dolor.
Su hermano, Felipe
al escucharla llegó corriendo para ver qué sucedía, pero por preguntar también
el recibió tres cuartazos con el cable.
La tía Mara, después de eso se retira a la cocina
mientras Marina y Felipe se quedan revisando sus cuerpos lastimados,
refrescando su piel abierta con agua de la llave. Felipe, abrazando a su
hermana le dice que se vaya a un lugar donde no la vea la tía, que él le
guardará un pedazo de pan o un taco de queso, y que más tarde se lo llevaría.
Marina fue a
sentarse atrás de la casa, en el pasillo, donde guarda sus muñecas de papel y suele
esconderse a llorar y a succionar su dedo pulgar.
Marina, es una niña flacucha, triste y maltratada.
J.Eugenia Dìaz M.