Sentada en los escalones
deje el merengue, sin drama;
daba alas a mis pies
casi todas las mañanas.
Yo me fugaba sin tregua,
sin llevar carga en la espalda
bailaba como ejercicio,
dejaba de ser fantasma.
Ahora no salgo, llueve
y veo crecer las plantas,
mientras bordo servilletas,
queriendo ser una maga
y así parar la tormenta
que barrunta en mi garganta.
Es preciso detenerla
con una cerveza helada.
Perderme y cerrar los ojos
mientras bailo una bachata,
sentir que soy una nube
que viaja hacia la montaña,
absorber su resistencia
y traerla en las entrañas
para plantar la semilla
de sosiego en la muralla.
J. Eugenia Díaz M.