Ya veo que morimos cada día
acompañados siempre de nuestra soledad,
en un compañerismo que nos une
después de tantos años de vernos despeinados
al despertar el día, diciendo con los ojos
te quiero más que ayer.
Ahora en nuestra cama dos cuerpos se acomodan,
descansan, solo duermen.
A veces me despierta tu mano en mi pecho,
la tomo entre las mías y agradezco a la vida
el que estés junto a mí.
Me llenan de congoja los cambios que vivimos,
es como ir preparando un final que se acerca,
la firma de papeles, los proyectos futuros
que tú me vas contando para que me prepare
por si te me adelantas en el viaje.
No me quiero quedar con eternas ausencias,
con un sabor amargo en las mañanas,
con el cierzo arrachado golpeándome los ojos
escuchando la vida afuera de mi casa.
Amor, no me prepares,
mi maleta y mi alma ya están listas
y habilito tu sueño para que cada noche
me encuentres caminando debajo de tus parpados,
sin importar que llueva el día
que yo me marche.
J.Eugenia Dìaz M.