Huellas gastadas

Me tuve que colgar de los recuerdos
al caminar las huellas tan gastadas
que dejaron mis pasos sin memoria
y ausentes de colores los paisajes.

miércoles, 18 de noviembre de 2015

Respondiendo a la poesía de Vicente



es  dolor que latiga los instantes sin tregua
y roza como espinas el hueco de mi vientre
y escalda la mitad del corazón
que persiste en  latir sin un buen ritmo
que con la vida rime

soy la madre que llora y con lágrimas fabrica
unas alas que pesan anclándola al pasado
de una perdida guerra
que junta sus cenizas y transita de nuevo
en cuerpo de una extraña con sonrisa perdida
y sigue en el camino amputada del alma  

que paso por mi mente el deseo de vengarme
o quitarme la vida
pero unas manos tiernas
y unos ojos verdes que tristes me miraban
me aterrizaron toda en sus cálidos brazos
cobijándome en ellos para esperar unidas
aquella mariposa que viaja eternamente
y pasa cada tanto dejándonos virutas
del polen de los cielos

aquella mi sonrisa esa que no imaginas
era como la luz del farol en mi casa
apaciguaba penas consolaba sollozos
y era paz en las guerras

con caña de pescar trato de rescatarla


amigo, compañero y maestro
no tienes mariposas porque ellas se han fugado
y vuelan adornando mi cielo encapotado
son como lucecitas que alejan mi tristeza
latidos del ayer unidos al presente


J.Eugenia Dáz M.

Del dolor compartido hasta el dolor (Dedicado a la poeta y amiga Eugénia Díaz)

 
Del dolor compartido hasta el dolor
(Dedicado a la poeta y amiga Eugénia Díaz)


No me imagino tu dolor
ni puedo olvidar tus lágrimas.

Me pesan como un problema de niño,
como un desamor a los quince,
como el mar encima de mi cabeza
cuando buceo sin oxígeno.
¡Me pesa tanto!

Duele con ese dolor
que sólo una madre entiende,
que te destroza y te descoyunta el alma
como si nunca hubieras tenido alma.

Me duele porque sé lo que es
esperar pacientemente a la mariposa
y que no llegue y que se retrase,
como un tren lleno de estaciones de olvido. Sin pasajeros.

Duele ciegamente como un pecho con dos corazones enfermos
y atraviesa carne humana - tu carne-
con la desidia de un vengador de muerte,
como un soldado herido en la derrota
que lo ha perdido todo combatiendo.

Es como una miríada de polillas
comiéndose despacio la madera de nuestros riñones y de nuestros labios
y de nuestras manos sin huesos. Como un millón de polillas histéricas y depresivas.

Eres un pájaro con alas pero sin plumas
y yo soy el nido sin nido que decide
regalarte sus ramas secas y raquíticas.
Un nido sin árbol y sin tejado. Un no-nido a la intemperie.

No me imagino tu sonrisa
porque no quiero imaginármela ahora,
no quiero imaginármela nunca más.

Pero guardó un beso
tan pequeño y tan inútil como yo,
tan frío como la menta después de un trago de agua, en esa boca que casi no me mantiene.

Y hoy te lo regalo porque no me quedan mariposas.

Gracías Vicente Antón Vives por esta maravillosa poesía y tu calido abrazo fraternal entre tus versos.


Esperando

ese instante que espero
y que en sombras  arrullo
es un instante pobre que vaga sin destino
rechazado por otros y anhelado por mí

va desnudo sin sangre contando su derrota
dejándome los brazos congelados
y un lamento que opacan las campanas

durante esta demora yo sigo almacenando
plumas multicolores
las escojo encriptadas de instinto maternal
para el nido vacío
y en este estéril lienzo escondido en mi mente
de unos bebés nonatos voy dibujando rostros

en silencio camino con una inmensa culpa 
por querer ese instante
atando mis palabras mojando mis suspiros
yo asfixio para siempre el malogrado sueño

en el nidal me quedan golondrinas

J.Eugenia Díaz M.