Llego la mañana en la que despertamos en medio de un gran
silencio y soledad en todas las ciudades, pueblos y puertos hasta podíamos imaginar
el sonido de los rayos de sol que lentamente iluminaban el día, como si
quisiera alejar la oscuridad que estaba posesionándose del mundo.
El virus, la muerte y los trabajadores de la salud son los
que ahora tienen la principal movilidad en el mundo, la mayor parte de la
humanidad esta resguardada por temor a contagiarse, la soledad en las familias
se va acrecentando y no sabemos si volveremos a estar reunidos compartiendo los
alimentos, las charlas de sobremesa y ese cálido abrazo que nos llegaba hasta
el alma.
No sabemos si seremos uno mas en la lista de contagiados y fallecidos
o si sobreviviremos a este mortal virus que según dicen llego para quedarse, y
si es así ¿cuánto tiempo tendremos la fuerza para no caer contagiados? ¿podremos
estar otra ves con nuestros hijos cerca?
Comenzaron los días de aprender a vivir dentro de casa descubriendo
lo que ya estaba y no le poníamos atención, como la sonrisa nostálgica del
esposo y el cansancio reflejado en su mirada, degustar con asombro un platillo
preparado por la esposa y recordar que hacia tiempo no lo disfrutaba de esta
manera.
Algunas personas Tenían que tocar fondo y estar confinados
para valorar lo que estaba al alcance de su mano que en lugar de agradecerlo renegaba
haciendo notar que nada era suficiente para ellos.
Y ahora serian felices tan solo con caminar media hora en un
parque para mover sus piernas y su cuerpo bajo los rayos de un sol que tiempo atrás
no deseaban sentir protegiéndose en su coche con clima sin atreverse a caminar
unas cuantas calles.
Duele mucho la obligada ausencia de nuestros seres queridos
que por precaución guardan su distancia hacia nosotros, duele no convivir con
las amistades y el resto de la familia, pero duele mucho mas saber que alguien
de ellos a fallecido por este virus.
Algo a sucedido con esto de la sana distancia porque yo en
lo personal he experimentado un marcado alejamiento hasta en las llamadas telefónicas,
no se si deba a que están deprimidos u ocupados en actividades que han
provocado esta nueva manera de vivir resguardados, o se deba a que el uso del cubreboca
les ha afectado silenciando sus palabras.
SHALOM.
J. Eugenia Dìaz M.