Hay una infinidad de mariposas
con alas apresadas en la vieja pared.
Un sofá se estremece
al roce del estambre en el telar,
su silueta cansada
que teje sin cesar para mover
los dedos sin amarres.
Un bastidor que espera le de vida un pincel,
una cruz de madera
aún sin barnizar,
un intento de libro, unos tímidos versos
todo se lo detiene
esa inseguridad con que a crecido,
y el temor a vivir sin esperanza.
Sus manos temerosas cuentan los pájaros
que vuelan de su pelo,
y sus ojos cansados solo observan
la colección de peces dorados en sus pies
que ya zozobran dentro de las pastas ajadas
de aquella biografía que está sin concluir.
J Eugenia Diaz M