Descuelgan del balcón que son mis labios,
simulando sonrisas
trémulas mariposas, a los ojos del aire,
para engañar las voces que cuestionan,
sin descanso.
No sé que debo hacer con esta jaula,
en la que la memoria se sigue estremeciendo
sin cordura, como frágil espiga,
por tanto que escudriñan mis pasos
dejándolos sin sombra.
Cuanta morbosidad hay en la gente,
que como telarañas sacuden el recuerdo,
para con avidez pizcar aullidos
o burlas a la muerte,
y le contabilizan encanecidas aves
a las enredaderas de mi pelo.
Yo les brindo una mueca con risa de amargura,
en lugar de escuchar lo que desean,
ensayo cada gesto al arrancar aullidos
que guardan mis arterias,
para depositarlos en la jaula
que fabrican mis versos.
J. Eugenia Diaz M.