Como todas las noches saboreando un café
de tu mirada caen una y mil decepciones,
viendo hacia el infinito recorres esos campos,
que labraron tus manos para plantar simientes
anhelando sus frutos.
Te observas apagado los callos de tus manos,
te dueles de la espalda y de tus piernas,
que quedaron sin fuerza de tanto laburar
y proteger semillas infecundas,
-es lo que siempre dices-.
Te veo como árbol que agoniza dejándose
cubrir por los líquenes, viendo pasar la vida
encadenado siempre a la pregunta
del porque este castigo.
¿Cómo puedo ayudarte?
Toma mi mano y vamos, sigamos caminando
hacia la luz del faro.
Ya tañen las campanas a lo lejos
dejemos el cansancio, la pena y decepciones.
J.Eugenia Dàz M.