Hay una ebullición en su cabeza
que le hace hervir la sangre de impotencia,
al no poder unir ya
las vocales
con su voz, con la fuerza y decisión
de una oración completa,
y luchar por los sueños que le roban,
y cuidar de esa gota de su sangre
sembrada en el camino.
El temor en su lengua
son cadenas,
y se va deshaciendo lentamente
en un inmenso charco
de decepción,
parada en una esquina de la vida
en estúpida, e ingenua espera
de llenarse sus manos
con suaves algodones de ternura.
Ella no se merece ese
milagro
por que ha sido
cobarde al no hacer guerra,
y quedarse tan blanda
en la cómoda espera
en la cómoda espera
de que su vida apague.
J.Eugenia Diaz