Le devolvió la savia a
sus entrañas
al mirarse en sus ojos,
provocó ebullición a
inertes sentimientos
y un intenso deseo de
morderle su voz,
que quería convencer
con mimos y susurros
a su limpia conciencia.
Dentro del pent
pentagrama de su pecho
pentagrama de su pecho
le fue creciendo un
bosque,
con ramificaciones
buscando una salida
de esa vasija ajada.
Afilo sus cuchillos de
cordura
para cortar de tajo
todas las tentaciones.
Con intensa ansiedad fue removiendo miedos
para que despertaran
y al sacar los espejos de escudo,
al verse con su
sombra,
se fundió en una sola
para enterrar la llave
de aquellas emociones ya dormidas.
Ama su mausoleo
y se siente muy bien
caminando descalza
cubierta de cenizas.
J.Eugenia Diaz M.