Y llega otro 4 de agosto sigue la cuenta de un aniversario luctuoso mas. Duele y duele
mucho.
Seguramente las personas se preguntaran porque hago esto de
escribirte un poema, un texto o una prosa cada año, en cada aniversario de tu
fallecimiento mi gordita querida.
Lo hago porque en un anhelo afiebrado y tonto anhelo pienso
que tú en donde estas puedes ver lo que te escribo, como si tuviera una platica
contigo, así es que déjame decirte lo siguiente.
Erika yo no sabia que era yo una resiliente hasta que
comencé a vivir junto a ti esa intensa guerra por tu salud, la que finalmente
perdimos el día que decidiste bajar tus armas exhausta y desmotivada con la
vida. Tú, aún con esa fuerza y serenidad que siempre tuviste nos dijiste que
había llegado la hora de partir, tranquila sin llanto, con una extraña paz que
nosotros no alcanzábamos a sentir por
ese intenso dolor que nos ahogaba sabiendo que nos quedábamos sin ti mi
pequeña, mí Erika Adriana.
Ahora solo me queda vivir de reminiscencias tuyas como una película
que pasa demasiado rápido sin lograr hacer que pase en cámara lenta, seguir
empapándome de tristeza pensando que ya jamás podre llamarte en voz alta por tu
nombre, porque si lo hago se que no responderás y podría ser que un pequeño
dejo de locura yo trate de buscarte.
Mírame, estoy agotada
de silencios, estoy hecha por dentro del
agua salada de lagrimas contenidas que
no les he dado permiso de fugarse, pero se, que tu sabes lo que lloro por
dentro cada día, cada ves que sale ese sol que tu ya no disfrutas…que ironía si
el sol era tu peor enemigo por la maldita enfermedad de “Lupus”.
Pero como tú amabas
el calor que te daban sus rayos, rebelde
como eras, te dabas baños de sol cuando tú lo decidías aunque después pagaras
la factura, ayudándote todos nosotros a pagar los intereses.
Se que tu me dirías si pudieras, qué no este triste, qué
encienda las luces, ponga música y haga carnes asadas que la vida sigue para
mi, para nosotros, tu familia, que no llore la ausencia de tus pasos, ni del
viento que nos ibas dejando en un abrazo.
Pero no puedo hacerlo, porqué soy diferente a ti mi niña,
aunque hayamos compartido el mismo oxigeno y la misma sangre, tú naciste con la
valentía y fuerza de un soldado de
guerra y yo solo soy una mujer que lleva en su mochila muchas guerras perdidas.
Intento trascender entre
este rio de gente que me rodea,
sintiéndome una extraña hecha de piedra.
Camino en el sendero que seguías,
deseando que en la suelas de mis
tenis se adhieran un poquito de las huellas que dejaste sin lograrlo, es que con celo las tienen resguardadas porque en ellas
dejaste la alegría de tu vida.
Erika Adriana, has
dejado una fragante estela con la que
siempre te recuerdan y es que al hacerlo
inevitablemente se les enciende un brillo en la mirada con la nostalgia
columpiando en sus sonrisas.
Hija mía, eternamente sigues viva en nuestra mente y
corazón, te amamos.
J.Eugenia Díaz M.