Huellas gastadas

Me tuve que colgar de los recuerdos
al caminar las huellas tan gastadas
que dejaron mis pasos sin memoria
y ausentes de colores los paisajes.

miércoles, 27 de julio de 2016

Despedida.

A sus ochenta y nueve años 
con sonrisa de niña, con paz e inocencia,
aún nos acaricia con su dulce mirada.

Postrada en esa cama nos observa
y graba en su memoria los rostros y sonidos,
con las manos inquietas ella hace diminutos
dobleces a la manta, como guardando lento
los últimos momentos que vive en su familia.

Me acerco hasta su cara
para verme en sus ojos sin encontrar mi imagen,
porque ella me muestra, en sus grandes pupilas,
ese túnel oscuro que ya la está aguardando.

Un estremecimiento me recorre la espalda
al sentir nuevamente a la muerte en espera. 

Me regreso a sus pies
y dandoles masaje les quise devolver
el calor que perdieron.

No sé por qué la vida me pone en el camino
personas entrañables que se están despidiendo,
caminan a ese abismo tan profundo
al final de su viaje.


J.Eugenia Diaz M.

jueves, 21 de julio de 2016

Debajo de muchos calendarios.

Cobija mi festejo una cálida noche
la cabaña esta lista con música, adornos
botanas y cervezas.

Van llegando de a dos, amigas y comadres
dejan en el perchero de la entrada
su agobiante rutina, cansancios, sinsabores.
Vienen a acompañarme
dispuestas a gozar en estas breves horas.

Le he pedido a mi dios me sostuviera
y con su aliento fresco,
secara de mis ojos las lágrimas rebeldes,
cuando abriera la caja para sacar despacio
tu imagen y tu esencia,
que he guardado entre sedas y tules
con este amor de madre,
traerte hacia nosotros pegadita a tu hermana,
tomarnos de las manos y gozar muy contentos
este día especial.

He sacado  a la joven veinteañera
debajo de las hojas de muchos calendarios,
para así disfrutar por estos sesenta años
bailando sin parar con toda la energía
que  me vas trasmitiendo al evocarla.

Tres luceros me observan
enviando sus destellos satisfechos,
al verme tan contenta sonriendo agradecida,
por tan bellos momentos
que ya están empacados en suaves algodones

para el final del viaje.

J.Eugenia Diaz M.

miércoles, 13 de julio de 2016

Rutina mañanera

Me abraza con su luz el sol de un nuevo día,
invitando a mi cuerpo
a quitar la modorra que el descanso nocturno le ha dejado.
Comienza mi rutina mañanera.

Pongo la cafetera y el aroma a café
va invadiendo la casa.
Mientras me visto el pants, los tenis y una gorra,
un rico capuchino yo empiezo a disfrutar.

El bullicio de vida es estruendoso,
saliendo apresurada yo emparejo mis pasos
 con la pequeña Celia,ella va hacia el colegio,
yo a mi clase de baile.

El señor que recoge cartón entretenido
contento nos saluda,
un enorme alboroto hacen las golondrinas
dándoles de comer a sus polluelos.
Los intensos aromas se impregnan en mi olfato
hacen que me de hambre y a mi mente proyecten
chorizo, pan y huevo o unas entomatadas,
con queso y mantequilla.

Así llego mi clase
empiezo a bailar  salsa y un merengue,
luego una alegre cumbia, seguida por bachata
con su candente ritmo tan sensual.

Las gotas de sudor resbalan por mi cuerpo
parece que quisieran limpiar  mis depresiones

para que tenga un día favorable.

J.Eugenia Diaz M.

miércoles, 6 de julio de 2016

Solo sueños

Se han quedado esperando
dos copas, con un vino de mesa, pan y queso,
música de guitarra acompañada
por el ruido constante de los  grillos,
con  gusanos de luz
opacando la luz del firmamento,
y embriagado el olfato de olor a hierba fresca.

Una casa de campo en las montañas
con la hoguera de leños ya en cenizas,
un papalote roto colgando del encino,
piedras enmohecidas por la falta de huellas.

Dos locos soñadores
vagando en la montaña riéndose de la vida,
sin bullicio que altere el panorama
sin cargas, sin apegos.

Siguen tras bambalinas
Los dos protagonistas esperando,
    el guión de esa historia inconclusa que no llega a  estrenarse
por el bache en el tiempo cubierto por las hojas

 de un invierno temprano.

J.Eugenia Diaz M

lunes, 4 de julio de 2016

Reencuentro


Detrás de la cortina de esta constante lluvia

difuminada y grácil, te descubro.
Me encandila la luz que hay en tus ojos frescos,
introduzco la mano en el chubasco
y me tomo del borde de tu cuerpo, antes mío,
que siento tan extraño y diferente.



Encuentro tus sandalias
y deslizo mis pies dentro de ellas
sintiendo recorrerme la energía de tus años tan mozos
caminando con garbo.



Transito nuevamente huellas enmohecidas,
como una loba hambrienta que busca reencontrar
su cálida guarida, 
aspiro con anhelo buscando aquel aroma de mi cuna,
olor a fruta dulce y a café,
a zacate quemado y a la brisa del mar.



Cómo es que me he extraviado,
igual que mi sonrisa entre gotas de lluvia.



Con apagado ruego le suplico
a la etérea silueta, que me regrese a ella.


J.Eugenia Diaz M.