Nuevamente las nubes descargan gotas imperceptibles, que van empapando, tímidas, el entorno soleado de la casa, queriendo aligerar las penas y tristezas disfrazadas de arlequines.
Es en esa casa en donde, ella cada vez se pierde más en donde sólo es como una luz de vela parpadeando sin alcanzar a iluminar su entorno, en la que solo en las paredes brillan letras de historias inconclusas con sueños muertos y sepultados.
Le da rabia la vida que otra vez la derriba rompiendo la sonrisa que había recuperado; es una guerra sucia porque nació sin armas y no tuvo el calostro para tener la fuerza.
Se ha vuelto a congelar, se pone un antifaz y una mueca sonrisa, se introduce en las cuevas que habitan su mente en donde ella se pierde y aleja del presente, en donde no es ni madre, ni esposa, tampoco es la hija. Solo es esa chica que soñaba viajar y dejar a su paso su equipaje cargado de tristezas y adquirir otras maletas con nuevos souvenirs de vivencias más gratas.
Se va en busca de ella; toma su mano y vuelve a sonreír; camina por la calle con árboles de mango, ligera como el viento, con sandalias de piso y una mochila al hombro la joven soñadora que aún con cicatrices podía sentirse alegre, le ruega no la suelte deseando se reescriban los últimos capítulos de este guión de su vida o le ayude a emprender ese viaje final.
Es en esa casa en donde, ella cada vez se pierde más en donde sólo es como una luz de vela parpadeando sin alcanzar a iluminar su entorno, en la que solo en las paredes brillan letras de historias inconclusas con sueños muertos y sepultados.
Le da rabia la vida que otra vez la derriba rompiendo la sonrisa que había recuperado; es una guerra sucia porque nació sin armas y no tuvo el calostro para tener la fuerza.
Se ha vuelto a congelar, se pone un antifaz y una mueca sonrisa, se introduce en las cuevas que habitan su mente en donde ella se pierde y aleja del presente, en donde no es ni madre, ni esposa, tampoco es la hija. Solo es esa chica que soñaba viajar y dejar a su paso su equipaje cargado de tristezas y adquirir otras maletas con nuevos souvenirs de vivencias más gratas.
Se va en busca de ella; toma su mano y vuelve a sonreír; camina por la calle con árboles de mango, ligera como el viento, con sandalias de piso y una mochila al hombro la joven soñadora que aún con cicatrices podía sentirse alegre, le ruega no la suelte deseando se reescriban los últimos capítulos de este guión de su vida o le ayude a emprender ese viaje final.
J.Eugenia Díaz M.
Bendita lluvia, que limpia las heridas del alma y se lleva las tristezas...Siempre hay que intentar recuperar la sonrisa, aunque la vida no nos lo ponga fàcil y si hay quien nos tome de la mano y nos guie, mucho mejor!
ResponderEliminarLinda amiga, besitos como gotas de lluvia.
Mi querida y linda amiga M.Roser, gracias por tu paso y dejarme la compañía de tus cálidas palabras.
EliminarBesos.