Hacía tiempo que no caminaba en la mañana por calles de la ciudad
en horas en las que algunos laboran encerrados en sus trabajos y otros duermen
por el desvelo de la noche anterior.
Mientras lo hacia iba viendo la cantidad de hojas secas en
las banquetas revueltas entre vasos desechables, boletos del metro bus y alguna
servilleta que ayudo a secar lagrimas fugitivas de ojos decepcionados.
Cuantas historias van quedando entre las hojas que el viento
arrastra mientras el polvo intenta sepultarlas quedando en ellas el recuerdo alegre
o nostálgico de cada persona.
Hurgó con la mirada entre las hojas tratando de encontrar las
hojas de su árbol o aquel pañuelo ajado que la acompañaba en su camino de lunes
a sábado.
Que ilusa era al pensar que todavía estarían en
ese rincón que hace la banqueta por las calles que tanto transitaba cuando ella
laboraba.
Desplegó las plumas de sus alas invisibles para planear un
área más extensa de la ciudad buscando sol y letras que la hagan sentir viva y
activa en este momento en que la muerte le respira tan cerca de la nuca por
tantos fallecidos en su entorno.
El caminar por el centro de la ciudad le ha removido el suyo
sacando de sus entrañas un intenso y agradable calor que la hizo sentir fuerte
al recordarse con su traje secretarial, tacones de aguja y unas ganas inmensas
de hacer las cosas bien en su trabajo, para seguir creciendo y ayudar con el
sustento de la casa.
Ella se abrazó fuerte para hacerle sentir a sus miedos lo resistente
que siempre ha sido, recordándoles que en algún lugar de la ciudad han quedado sus
huellas, aunque el viento y el tiempo hayan hecho virutas las hojas de su árbol.
J.Eugenia Dìaz M
Una prosa intimista muy sentida, que me gustó mucho.
ResponderEliminarCuando finaliza un año es bueno, casi necesario, hacer una especie de balance de lo que la vida nos deparó. Poder ver no solo lo negativo, sino también lo bueno que hicimos y nos pasó.
Muchas felicidades, Euge, a seguir escribiendo, en prosa en verso, como sea, para liberar el alma.
Un fuerte abrazo.
Pero en el corazón de quienes la conocieron, la vivieron, sigue presente...
ResponderEliminarFuerte abrazo Eugenia. Disfrutad de las fiestas, sus fiestas. No las quisiera de otra manera!
Pobres hojas secas abandonadas por las calles y llevadas por el viento lejos de su árbol al que permaneció unida y del cual aprendió un sinfín de histórias. Habrá quien las observe con
ResponderEliminarcariño triste, porqué se identifica con ellas...
Linda amiga, muchos besitos como pequeñas estrellitas.
Cómo las hojas secas de los árboles, también nosotros vamos dejando recuerdos, emociones, sentimientos, que son llevados por el tiempo pero en algún lugar, en algún otro corazón se amontonan. ¡Hermosa poesía!
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